Primer centenario de la muerte de Antonio Fernández Santillana

Primer centenario de la muerte de Antonio Fernández Santillana

El lunes 6 de diciembre de 1909, sobre las 08,00 de la mañana, en la localidad francesa de Antibes, en la Costa Azul, moría el aviador español Antonio Fernández Santillana al estrellarse contra el suelo el aeroplano que pilotaba y que él mismo había construido. Este pionero de la Aviación Española nació en Aranjuez el 2 de febrero de 1866.  Sus padres se llamaban Domingo Fernández Revengano  y Josefa Santillana Romero y fue el cuarto hijo de una familia de nueve hermanos y cuyo domicilio se encontraba en la calle Lucero número 3,  tal como consta en los padrones municipales de 1875 y 1877, figurando en este último que su profesión era sastre. Convocado  para el segundo Reemplazo de 1885 se le declaró soldado útil sorteable con el número 19 pasando a cumplir su servicio militar en la zona de Getafe, confirmándose igualmente que era sastre de profesión. Su padre era escribiente y sus tres hermanos varones destacarían en el mundo taurino  como picadores, que serían conocidos los dos mayores, Carlos y José, con los sobrenombres de Chanito y El Largo respectivamente, y el más joven, Salustiano, como Chano.

El biplano «Fernández»

Después de cumplir su servicio militar  Antonio Fernández emigró a Francia en 1894 con el deseo de progresar en su profesión, afincándose inicialmente en París, donde abrió un establecimiento de diseño y confección de moda femenina en la rue Richepanse 8, llegando a ser un modisto de reconocida fama, lo que le proporcionaría una buena posición económica. Hombre amante del deporte y de la mecánica, dedicaba parte de su tiempo libre a la práctica del ciclismo y del motociclismo y posteriormente a la del automóvil. Los  primeros vuelos de los hermanos Wright en 1903, despertaron en él una profunda inquietud y afición al vuelo por lo que poco a poco se fue introduciendo en el naciente mundo aeronáutico estableciendo estrechos lazos de amistad con los primeros aviadores europeos y americanos de la época,  a quienes expuso sus planes y proyectos de diseñar y construir un aeroplano al igual que ellos estaban realizando.

Antonio Fernández había contraído matrimonio con la joven francesa Emma Ponge, pero la salud de la misma le obligó a trasladar su negocio a Niza, fijando su domicilio en el número 1 de la Plaza Magenta. Su brillante actividad como modisto le facilitó darse a conocer a la sociedad de Niza y también  poder continuar trabajando en sus objetivos aeronáuticos, supliendo las lagunas de sus conocimientos  con una gran voluntad y gran imaginación. En este hermoso sueño encontró un gran apoyo por parte de  su enamoradísima esposa.

Probablemente sería a mediados de 1908 cuando Antonio Fernández debió comenzar a construir  su primer biplano en el taller del Sr. Vérany, el ingeniero carrocero de Niza. Este primer aeroplano tenía diez metros de longitud y ocho de envergadura e iba provisto de un control de alabeo en las alas con superficies móviles, teniendo en la parte delantera un timón de profundidad y en la posterior otro de dirección en forma de cruz. Una palanca única, unida a un rombo articulado, accionaba todas las maniobras. El motor era un Antoinette V8 pero con tan sólo 25 cv de potencia, lo cual no proporcionaba un gran empuje al biplano, al que bautizaría con su apellido y que ha pasado a la historia de la Aviación conocido como Fernández. Sin embargo, su reducido peso, de tan solo 235 kilos, compensaba la falta de potencia y hacía que el aeroplano pudiese volar con buena velocidad. La hélice estaba fabricada de nogal y era del modo integral que había sido diseñada por el conocido constructor L. Chauviere; tenía dos palas de diámetro de 2,50 metros y giraba a la velocidad constante de 1.1 00 vueltas por minuto. El biplano Fernández tenía a la vez algo del aparato de los hermanos Wright y del de Santos Dumont, de los cuales nuestro amigo había querido imitar la elegancia pero impregnada de una cierta audacia personal, para lo cual mantuvo una constante y fluida comunicación con sus camaradas antes mencionados, que eran los más notables aviadores de la época.

A principios de 1909,  debió terminar Antonio Fernández de poner a punto el aparato, pues Anders Bruun en la primera parte del libro “The World´s First Air Races-The NonStartes”, incluye al aviador de Aranjuez  en la lista de  participantes  en el Festival Aéreo de Mónaco, que tuvo lugar entre el 24 de enero y el 24 de marzo de ese año.  De los 36 aeroplanos inscritos  solamente un aparato logró  al final realizar algún vuelo satisfactorio pero  no cita qué sucedió con los otros  35 aparatos.  En el libro  “Antibes 2500 ans d`Histoire”, en el capítulo “Les Pionniers de l^Aviation Antiboise” se afirma: “El precursor de la actividad aeronáutica en Antibes fue un vecino de Niza de origen español que se llamaba Antonio Fernández.  Modisto de señoras, estableció su taller en un hangar en Val Claret, en el terreno de La Grimaude, próximo a Fort Carré.  Fernández, que había construido un aeroplano hecho de  madera, con cables y tornillos y equipado con un motor Antoinette Levasseur de 24 cv, en presencia de numerosos curiosos logró despegar de La Grimaude el 24 de abril de 1909 y sobrevolar a una baja altitud la desembocadura de La Brague, un pequeño riachuelo, al norte de Fort Carré, que corta la carretera de Niza”.  En otro documento francés editado también en Antibes y titulado “Les Pionniers Locaux. Les Débuts”, se presenta una fotografía, en  cuyo pie se lee lo siguiente: “El primer vuelo en el cielo azulado ( se refiere al de  la Costa Azul) se efectuó el 24 de abril de 1909 por Antonio Fernández sobre un triplano de 24cv.” Afirmación parecida la hizo su hija Renée Fernández, cuando el 24 de enero de 1994 en una visita a la redacción de la revista “Nice Rendez-Vous. Nice for ever”,   manifestó textualmente que “Mi padre realizó su primer vuelo en abril de1909 cerca de Antibes, en el campo de la Brague, sobrevolando la Costa Azul con su primer aeroplano”. Sin embargo, los dos periódicos, “L´Eclaireur” y “Le Petit Niçois” que se editaban en Niza y que  recogían con textos y fotografías los hechos más relevantes de ese año  en la Costa Azul  no mencionan los  posibles vuelos antes mencionados de un aeroplano fabricado por nuestro compatriota.

Estos primeros intentos llevarían a Antonio Fernández a perfeccionar su biplano, iniciando los vuelos de ensayo a finales de julio en Antibes en el improvisado aeródromo de La Brague, confiando el aeroplano al excelente piloto Delagrange. Los primeros intentos fueron un fracaso, pero poco a poco efectuarían algunos vuelos aunque de muy corta duración y a escasa altura. Animado por los resultados se inscribió, quizá un tanto apresuradamente, en la I Gran Semana de la Aviación de la Champagne,  que se disputó en Reims entre el 22 y el 29 de agosto de 1909, donde concurrieron basta un total de 41 aeroplanos que iban a ser pilotados por los más afamados aviadores europeos,  Santos Dumont y el norteamericano Curtiss. En total  29 aviadores, siendo el piloto responsable de volar el biplano Fernández el famoso corredor de automóviles Leon Bathiat,  pero la escasa potencia del motor del biplano de nuestro compatriota, comparada con las de sus oponentes que superaban los 35 e incluso 50 cv,  no  permitió que su aeroplano pudiera clasificarse aunque no se retiró, tal como ocurriría a otros seis aviadores, entre los que se encontraba el propio Santos Dumont, que no llegarían ni tan siquiera a participar en vuelo.

En el Grand Palais de París

Antonio Fernández Santillana quedó bastante desilusionado por los pobres resultados obtenidos, por lo que decidió fabricar dos nuevos aparatos, el primero de los cuales lo presentó  en la Primera Exposición Internacional de Locomoción Aérea celebrada en el Grand Palais de París del 25 de  septiembre al 10 de octubre de 1909, junto a otros 379 exhibidores en una gran exposición estática, siendo uno de los pocos extranjeros participantes. El certamen, que había sido organizado bajo el patrocinio del Aeroclub de Francia, fue inaugurado por el Presidente de la República francesa, Armand Falliéres, al cual le llamó la atención, al igual que a numerosos expertos aeronáuticos, las bellas formas del nuevo Fernández.

Al mes siguiente, Fernández se inscribió en el Festival Aéreo británico de Blackpool, el primero organizado por el Real Aeroclub de la Gran Bretaña y que tuvo lugar en Squires Gates entre el 18 y el 23 de octubre. En el primer día Fernández no pudo participar porque su aeroplano no estuvo terminado de ensamblar. Los fuertes vientos reinantes en los días siguientes y  las lluvias aconsejarían cancelar el certamen el día 23, lo cual haría imposible la presentación en vuelo de algunos de los 21 aeroplanos inscritos, entre los que se encontraba el segundo de los dos nuevos ejemplares que había fabricado Antonio Fernández Santillana.

Ello no desanimó a nuestro compatriota, que comenzó en Antibes a mejorar las características de vuelo de su aeroplano y le instaló un motor Antoinette más potente de 65 cv, efectuando el 7 de noviembre, tal como cita la Revista francesa “L`Aerophile” en su número del 15 de diciembre de 1909, un primer, aunque corto vuelo, en línea recta al que seguirían otros durante  los siguientes días de dicho mes en los que conseguiría  elevarse hasta los 20 metros de altura y durante los cuales fue aprendiendo a controlar el biplano en el aire, pues él era su propio piloto de pruebas. Para ello comenzó a utilizar un gran hangar que los señores Georges y Philippe Tiranty habían terminado de construir en el aeródromo de la Brague y donde Antonio Fernández continuaría poniendo a punto a su aparato, haciedo la presentación pública el 27 de noviembre. Este día pasaría a la Historia de la Aviación porque fue la fecha en la que un aeroplano voló por vez primera en la Costa Azul. Ante un grupo de una treintena de  expertos deportivos,  Fernández tomó los mandos de su aparato y “tras una carrera de despegue de 150 metros se elevó hasta una altura de unos 20 metros, manteniéndose estable durante su recorrido, pero unas inesperadas ráfagas de viento le obligaron a interrumpir su demostración, por lo que al  regresar hizo un aterrizaje algo brusco, sufriendo el aparato ligeros daños. Fernández reemprenderá los vuelos de ensayos la semana próxima. Nosotros le expresamos nuestras felicitaciones más cordiales por ser el primer aviador que ha volado sobre nuestro litoral”. (Publicado el día 28 de noviembre de 1909 por “L´Eclaireur” de Niza).

La muerte de Antonio Fernández Santillana

El 6 de diciembre, una vez reparados los pequeños desperfectos del biplano por el propio  Fernández, su mecánico Louis Lefébre y su ayudante, el joven Fighiera, el aviador decidió reanudar sus vuelos de ensayo. A las 07,00 horas de la mañana Fernández llegó al aeródromo d y minutos después el aeroplano fue sacado del hangar. Con el viento en calma y buena meteorología el aviador manifestó que pensaba efectuar un nuevo vuelo de prueba.  Pero antes del vuelo  Lefébre, que había detectado la rotura del cable del mando de profundidad, manifestó  a Fernández que debía aplazar el vuelo para corregir tan importante avería, pero éste ansioso de comenzar los ensayos, decidió sustituirlo por una cuerda de cierta resistencia.

Según las manifestaciones del mecánico Lefébre al  periódico “Le Petit Niçoise” de Niza, y publicadas al día siguiente del diario citado, “A las 0740 horas Antonio Fernández puso el motor del aeroplano en marcha. El despegue lo efectuó con plena normalidad y tras una corta carrera de despegue, no tardó en elevarse en el aire y pronto alcanzó  una altura de unos 25 a 30 metros y comenzó a volar siguiendo una trayectoria de unos 300 metros en línea recta. Al llegar al extremo del aeródromo el aviador hizo dos amplios virajes sucesivos y  volvió hacia la carretera que sobrevoló hasta la altura del restaurante Alziary. En ese preciso instante hizo un amplio viraje de noventa grados para regresar, cuando de manera brusca  y próximo a  la carretera, vi al aeroplano caer brutalmente contra el suelo del aeródromo. Al principio pensé que el piloto quería ascender unos metros más ya que no parecía que iba a comenzar  la maniobra de aterrizaje, pero al accionar el mando del timón de  profundidad debió  romperse la cuerda, por lo que al perder el control acabó estrellándose contra el suelo”.

El biplano había caído a unos 25 metros del restaurante Alziary y el mecánico Lefébre y su ayudante Fighiera, con la colaboración de algunos espectadores  liberaron al aviador que estaba bajo el motor trasero. El motor, de unos 60 kilos, lo había aplastado literalmente. Tenía la columna vertebral rota cerca de la nuca,  numerosas fracturas en el brazo derecho, en las piernas, en algunas costillas y una pequeña brecha en la frente. El doctor Clergue, de Antibes, que había visto el accidente no pudo reanimarle y solamente pudo certificar la muerte del  aviador.  Se convertía así en el cuarto aviador del mundo en morir en aras del progreso de la Aviación y también en el primer fabricante mundial que perdía la vida con su propio aparato.

El cuerpo del  infortunado aviador fue trasladado al restaurante Alziary y depositado en una cama hasta la llegada del Comisario jefe de la Policía de Antibes, quien ordenó su traslado inmediato al Depósito de la ciudad. Antonio Fernández reposaba en un ataúd de madera blanca; su rostro parecía tranquilo y solamente destacaba una marca roja en su cara. El Alcalde de Antibes, señor Chancel, que acababa de personarse en el centro, ordenó que fuese trasladado a una sala del hospital de la ciudad. La triste noticia corrió como la pólvora por toda la Costa Azul y llegó de inmediato a las redacciones de los periódicos locales, del “Le Petit Niçoise” y del “ L´Eclaireur”. A mediodía fue autorizado el traslado del cuerpo del aviador de Niza por el señor Bassin, primer Teniente de Alcalde de la ciudad e informó que los funerales por Antonio Fernández se celebrarían al día siguiente y cuyos gastos correrían a cargo del municipio.

Mientras tanto, numerosas personalidades del mundo del deporte, de la aeronáutica, del comercio, de la industria y de la vida política se habían ido desplazando al lugar del accidente, destacando entre ellos los Príncipes de Suecia, que se encontraban de visita oficial en Niza, que se mostraron impresionados por el estado en que había quedado el aeroplano e interesándose por la situación económica en que quedaban la esposa y las hijas  de Fernández.  Un joven ingeniero y colaborador del “Le Petit Niçois”, comentaba en el mismo lugar del accidente que ”…la técnica de la Aviación, aún totalmente imprecisa en cuanto a la forma  y disposición racionales del motor y de los mandos de vuelo de los aeroplanos, no permite explicar con claridad las causas y circunstancias que han podido ocasionar este triste accidente. El aparato del aviador Fernández de peculiaridades muy interesantes, tenía un acabado extraordinario y había causado la admiración de varios constructores de renombre. En mi opinión presentaba el defecto, inherente a este sistema, de obtener su estabilidad horizontal sólo mediante el timón de profundidad pues carecía de planos estabilizadores de cola. El manejo de un aparato de este tipo  exige  una gran habilidad y un largo aprendizaje. El más pequeño fallo del piloto que varíe por un movimiento indebido el mando de profundidad, puede ocasionar la ruptura del equilibrio de las fuerzas en juego y por consiguiente una caída brutal. ¿Ha sido una caída de este tipo la causa o fue la aparente rotura de la cuerda que controlaba el mando de profundidad?…Nadie lo sabrá con certeza jamás”.

El ya citado redactor deportivo y aeronáutico del “LÉclaireur”, Charles de Prévost, escribía al día siguiente: “Mientras iba  hacia el lugar del accidente, pensaba que debió ser muy difícil  para el joven y audaz aviador, que hoy duerme su último sueño, el realizar un aprendizaje en el cual nunca tuvo verdaderamente  un maestro. ¿Fue la causa del accidente la rotura de la cuerda? Es cierto que estaba rota,  pero  también es posible que se rompiese por la caída. Será muy difícil conocer las causas de una catástrofe como ésta. ¿La cuerda se rompió porque estaba en mal estado o porque el aviador maniobró de una manera demasiado brusca? Todo ello es posible. De las informaciones de testigos del accidente se desprende que Fernández  realizó el último viraje con brusquedad pero lo  que es seguro es que el aparato cayó directamente hacia el suelo sin control alguno, lo que indicaría una falsa maniobra del mando de profundidad o un desplazamiento accidental del punto de equilibrio. También debemos tener presente la posibilidad que Antonio Fernández  no haya dedicado suficiente tiempo a su aprendizaje. Indudablemente fue una  noble ambición y por ella, el que  murió ayer en el aeródromo de la Brague, quedará inscrito con letras de oro como un digno mártir de la Aviación”.

Homenaje al mártir de la aviación     

La muerte de Antonio Fernández Santillana fue muy sentida en Niza ya que era conocidísimo, muy popular y querido. El 7 de diciembre, a las 10,00 horas, comenzó el entierro, que  partió de la Plaza Magenta donde estaba su domicilio y fue una impresionante  manifestación de duelo en la que participaron miles de habitantes de la ciudad. El féretro, que fue subido a una carroza tirada por dos caballos negros, estaba cubierto por decenas de grandes coronas de flores de innumerables Asociaciones. El duelo iba presidido por la familia de la esposa de Fernández seguida por el Prefecto del Departamento de los Alpes Marítimos; general Ducray, Gobernador militar de Niza, representación del Ayuntamiento de la ciudad así como delegaciones de las más significadas instituciones políticas, económicas, industriales, deportivas, medios de comunicación y entidades aeronáuticas francesas. Al llegar a la Iglesia de San Pedro, fue depositado el féretro en el templo donde permanecería hasta las 19,00 horas, momento en que sería trasladado al cementerio de la Caucade, donde la inhumación fue hecha en la intimidad familiar. Antes de disolverse el cortejo, pronunciaron sentidos y emotivos discursos en honor del aviador, el Presidente del Automóvil Club y del Aeroclub de Niza; el doctor Arnulphy, en nombre de la Liga Nacional Aérea y cerró el acto el Primer Teniente de Alcalde de Niza. El Ayuntamiento se hizo cargo de las exequias y de la sepultura y el pleno municipal aprobó por unanimidad dedicarle una calle, que se encuentra entre la Rue Dalpozzo y el Pasaje Baralis. Puesto que dejaba viuda y dos niñas de corta edad, el diario “L ‘Eclaireur”  abrió una suscripción popular para su familia, pues el infortunado aviador se había endeudado para poder fabricar su aeroplano, suscripción que tuvo un gran respaldo público.  Pero su biplano  le sobreviviría, pues su amigo el prestigioso fabricante Levaseur adquirió su patente y fabricó varias unidades más, organizando con ellos una escuela de vuelo en Juvissy que tendría un gran éxito. Así mismo su nombre ha pasado a la Historia mundial de la Aviación.

En España, el Pleno de la Corporación del Ayuntamiento de Aranjuez acordó el l1 de julio del año 2002 dar el nombre de Antonio Fernández a una calle comprendida entre la de Valeras y la de Agustín de Bethancourt.

En el I Centenario de su muerte, sirvan estas líneas como homenaje a Antonio Fernández Santillana,  primer constructor español de un aeroplano que voló con éxito, que también ha sido el primer piloto de la Aviación Española, así como, desgraciadamente, su primera víctima mortal. A este respecto hay que señalar que hasta el verano de 1910 no obtuvieron sus títulos  de aviador los que están considerados como los dos primeros pilotos españoles,  Benito Loygorri Pimentel, después de un curso de aeroplano en la ciudad francesa de Mourmelon, y el Infante Don Alfonso de Orleans y Borbón, que lo hizo en la Escuela francesa de Voisin.

La Aviación española tiene una deuda histórica con este pionero de la Aviación, que siempre presumió de su origen español, por lo que en este I Centenario de su muerte se le debería  rendir un homenaje público de recuerdo y reconocimiento.

José Sánchez Méndez

General de División del Ejército del Aire
Vicepresidente de AEME
(Asociación Española de Militares Escritores)